El cáncer es una enfermedad cuyas tasas de supervivencia han mejorado considerablemente en las últimas décadas. En este sentido, una enfermedad que antes se convertía en invalidante, cuando no letal, ha pasado a considerarse una enfermedad crónica, compatible en un porcentaje significativo de casos con la vuelta a la ocupación anterior o una nueva adaptada a las circunstancias derivadas de la misma. Estas mejoras en cuanto a supervivencia y cronificación dependen de numerosos factores, entre ellos la localización del cáncer, la edad y el sexo de las personas.
Por otro lado, la incidencia del cáncer sigue aumentado, en parte por el incremento de la esperanza de vida, en parte por la exposición a viejos y nuevos contaminantes ambientales y laborales.